martes, 30 de junio de 2015

ALÍ AHMAD SAID. ADONIS. BAGDAD, TE SALUDO Y OTROS POEMAS

Alí Ahmad Said. Adonis. 1930

Alí Ahmad Said Esber, más conocido como “Adonis”, nació en Al Qassabin (Siria) en 1930. Durante su infancia trabajó en el campo. A los diecisiete años tuvo ocasión de recitar un poema delante del presidente de Siria, lo que le supuso el ingreso en la Universidad de Damasco, donde se licenció en Filosofía en 1954. El seudónimo “Adonis” lo eligió el propio Alí Ahmad, tras sufrir el rechazo de sus obras firmadas con el nombre real.
   En 1955 fue acusado de subversivo, siendo recluido en prisión durante seis meses por ser miembro del Partido Socialista Sirio. Posteriormente buscó refugio en Beirut, ciudad donde trabajó como periodista. Estudió en París a partir de 1960. Entre 1970 y 1985 ejerció como catedrático de literatura árabe en la Universidad de Líbano. Un año después fue nombrado profesor invitado en la Universidad de Damasco. En 1980 emigró a Paris para escapar de la guerra civil libanesa.
   Adonis es un poeta excepcional. Su poesía ha significado una verdadera revolución no solo en el ámbito árabe sino más allá.



 Bagdad, te saludo

I

Deja el café y bebe otra cosa
mientras escuchas a los invasores:

“Con la gracia del cielo
hacemos una guerra preventiva;
desde el Hudson y el Támesis
traeremos el agua de la vida
para hacerla fluir en el Éufrates y el Tigris”.

Una guerra contra el agua y los árboles,
contra los pájaros y los rostros de los niños.
De entre sus manos surgen lenguas de fuego
en forma de clavos de cabeza oval,
y en sus hombros resuenan
las palmaditas de los dioses.

El aire gime y llora
a lomos de un junco llamado tierra;
la arena se hace roja y negra
entre los tanques y las bombas,
entre ballenas que son misiles volantes,
en un tiempo improvisado por la metralla,
en volcanes espaciales que expulsan su líquida lava.

Oscila, Bagdad, sobre tu cintura transida de agujeros.
Los invasores nacieron en un viento que anda a cuatro patas
por gentileza de su cielo particular,
ese cielo que está preparando al mundo
para que lo engulla la ballena de su lengua sagrada.

En verdad, como dicen los invasores:
parece que este cielo-madre
sólo sabe alimentarse de sus propios hijos.
¿Pero también hemos de creer, invasores,
que los misiles tienen sello de profecía,
que la civilización se hace a golpe de residuo radiactivo?


 Una nueva ceniza vieja bajo nuestros pies.
Pero decidme, pies que andáis sin rumbo,
¿sabéis a qué abismo habéis llegado?
Nuestra muerte está al filo de las agujas del reloj;
nuestro pesar se dispone a clavar sus uñas
en la carne de las estrellas.
Ay de esta nación de la que somos:
una tierra que nada crepitante en incendios
donde los hombres arden cual leña seca.

Cuán hermosa eres, piedra sumeria,
tu corazón sigue latiendo con un Gilgamesh
que se dispone, de nuevo, a echar pie a tierra
para volver a buscar la eternidad de la vida;
pero, esta vez, su guía no será sino
un haz de polvo radiactivo.

Hemos cerrado las ventanas
tras limpiar los cristales con periódicos
que cifran la historia de la invasión.
Luego, hemos arrojado a las tumbas
nuestros vestigios de rosas.
¿Adónde vamos?
Ni siquiera el camino se cree ya nuestros pasos.


                                             II

Una nación entera está a pique de olvidar su nombre.
¿Y todo por qué?
¿Una flor roja me enseñó a dormir
en el seno de mi ciudad de letargo?

El asesino ha devorado la canción;
no preguntes pues, poeta:
a esta tierra sólo puede despertarla
el fuego de la rebelión.

Publicado en Al-Quds al-Arabi el 1 de abril de 2003



Canción

Te deletreo cuadro del terror
Leo tu largo desierto
Mi mañana que tiembla, y en mis mejillas
Las manchas de este cielo asesinado
Manchas de mis dos manos
Te deletreo, despierto el fuego en tu rostro,
Hago gritar a las letras avaras
Beso al lince y al cuervo
Beso a los muertos
Han despenado abandonaron su hierba y resucitaron
Como hormiga o libro
Acepto lavarles
Con mi mañana o con mi ayer
Yo digno de mí:
Me adelanto
E invento a los otros.

El Correo de la Unesco, Noviembre.1982



Canción a la contra-época

Si me atreviera, diría: las estrellas,
el cielo y su historia,
la gente y el lenguaje sólido
son cadáveres flotantes.

Si me atreviera, preguntaría:
¿A quién se quema ahora?
¿Qué alegra? ¿Qué se manifiesta?
¿Acaso dijo? ¿Acaso fue? ¿Acaso no?

Si me atreviera, cantaría
a las ciudades ocultas,
a la ceniza ensangrentada,
a la máquina devoradora,
y proclamaría: esto,
oh, tiempo, es una tierra
que se reproduce en cadáveres,
y un señor al que el crimen ha colgado
sobre sus arcos como amuleto.



Desiertos
(Fragmentos)

Las ciudades se deshacen
y la tierra es una locomotora de polvo.

Sólo el poeta sabe casar este espacio.
No hay camino hacia mi casa: estado de asedio,
las calles son cementerios.

Desde lejos, sobre su casa,
una luna ensimismada se cuelga
en los hilos del polvo.

Dije: "Este es el camino a mi casa". Respondió: "No,
no pasarás", y me apuntó con el fusil...
Está bien. Tengo en todos los barrios
amigos, y todas las casas del mundo.

Caminos de sangre.

Los evocaba un niño
y su amigo le susurraba:
No hay en el cielo
sino agujeros llamados estrellas...

Encontraron a seres en sacos:
el primero    sin cabeza
el segundo    sin manos ni lengua
el tercero     estrangulado
y el resto     sin forma y sin nombre.

- ¿Te has vuelto loco? Por favor,
no hables nunca de esto.

Una página de libros
por los que aparecen las bombas,
aparecen las profecías y los proverbios pasajeros,
aparecen los mihrabs, alfombra de letras,
caen, hilo tras hilo,
sobre el rostro de la ciudad
desde las agujas del recuerdo.

Del vino de la palmera a la calma de los desiertos...
a una mañana que pasa de contrabando sus entrañas
y duerme sobre el cadáver de los rebeldes...
calles, camiones para soldados y grupos...
sombras, hombres y mujeres...
bombas cargadas de plegarias,
de fieles y de herejes,
un hierro que supura hierro
y se desangra en carne,
campos nostálgicos de trigo,
hierba y hortelanos,
fortalezas que cercan nuestros cuerpos
y vierten sobre nosotros oscuridad,
la mitología de los muertos
que la vida dice y guía...
una palabra que es a la vez
víctima, sacrificio y todos los verdugos...
tinieblas, tinieblas, tinieblas...

Respiro, palpo mi cuerpo, me busco,
te busco, le busco a él y a los otros.
Cuelgo mi muerte
entre mi rostro y esta palabra: la hemorragia...

Pronuncia su nombre,
di: he dibujado su rostro.
Extiende los brazos hacia ella,
sonríe.
Di: una vez conocí la alegría,
una vez conocí la tristeza.

Verás
que aquí no hay patria...

La muerte ha cambiado la forma de la ciudad.


Esta piedra es la cabeza de un niño
y este humo es un suspiro humano.

Departieron con ella,
prolongaron la velada.
Ella sienta a la noche en su regazo
y palpa sus días
una hoja vieja.
Guarda las últimas imágenes
en sus pliegues.
Ellas palpan en su arena,
en un océano de chispas,
y sobre su cuerpo
hay un campo de gemidos humanos.

Semilla a semilla se esparce en nuestra tierra
y se conserva el secreto de esta sangre.
¡Oh, campos! Comed nuestros mitos.
Hablaré de un perfume en las estaciones
y de un relámpago en el espacio.

Plaza de la torre:
figura que susurra sus secretos
a los puentes rotos...

Plaza de la torre:
recuerdo que busca su estado
en el polvo y el fuego...

Plaza de la torre:
desiertos abiertos
que los vientos eligen y arrastran...

Plaza de la torre:
magia que ve cadáveres que se mueven.
Sus bordes están en los callejones,
sus siluetas están en los callejones
y se escuchan sus gemidos.

Plaza de la torre:
Oriente y Occidente,
los patíbulos alzados,
mártires y testamentos.

Plaza de la torre:
un grupo de caravanas,
hiel, leche y almizcle.
Las especias inauguran el festival.

Plaza de la torre:
grupo de caravanas,
trueno, explosión y relámpago,
y los torbellinos inauguran el festival.

Plaza de la torre.

He escrito la historia de esta época
con el nombre de este lugar.
Ahora soy un espectro
que vaga por un desierto
y acampa en una calavera.

El espacio es un límite que se debilita,
una ventana que se aleja,
y el día son hilos
que se cortan en mis pulmones
y cosen el cielo,
una piedra bajo mi cabeza,
todo cuanto he dicho de mi vida y de su muerte
se repite en su silencio.

¿Me contradigo? Es cierto,
ahora soy semilla
y ayer fui cosecha.
Estoy entre el agua y el fuego,
soy brasa y flor,
sol y sombra,
no soy señor.



¿Me contradigo? Es verdad...
Cerrada está la puerta de mi casa
y la oscuridad es túnica,
luna pálida que lleva en las manos
un puñado de luz.

Mis palabras no pueden
dirigir mi gratitud hacia ella.
Cerró la puerta,
no para encadenar sus alegrías
sino para liberar sus tristezas.

Todas las cosas que vendrán son antiguas.
Elige un amigo distinto de esta locura
y prepárate para permanecer apartado.

El sol no ha vuelto a despuntar:
se cuela en secreto
y oculta los pies en la paja.

Espero que la muerte venga una noche,
con una almohada en los brazos,
agotada con el polvo que cubre la frente del alba,
cansada de los suspiros de los hombres.

La noche cae
(es una página que había dado a la tinta,
a la tinta de la mañana que no ha venido).

La noche cae sobre el lecho
(el lecho preparado para el amante que no ha venido).

La noche cae sin ruido
(nubes, humo...).

La noche cae
(un ser en cuya mano hay un conejo o una hormiga).

La noche cae
(los muros del edificio vibran,
todas las cortinas son transparentes).

La noche cae (se oyen
estrellas mudas que la noche conoce
y los últimos árboles al final de la muralla
no recuerdan lo que el viento dice a sus ramas).

La noche cae
(entre las ventanas y el viento hay un susurro).

La noche cae
(una luz se filtra, un vecino se tumba desnudo).

La noche cae
(dos siluetas, un vestido abraza a otro vestido,
las ventanas son transparentes).

La noche cae
(es una mezcla. La luna de la noche
cuenta a los zaragüelles
las quejas de todos los amantes).

La noche cae
(reposa en su jarra llena de vino, no de arrepentidos.
Un hombre solo da vueltas por su cabeza).

La noche cae
(lleva algunas arañas que reposan para los insectos
que no atacan más que a las casas con luz).

¿Ha venido un ángel o son proyectiles,
llamadas? Todas nuestras vecinas
fueron a hacer la peregrinación y han
vuelto menos atrofiadas y más presumidas).

La noche cae
(entra en los pechos de mis días,
y nuestras vecinas son mis días).

La noche cae
(aquel sofá, aquella almohada, este pasaje
y esa morada).

La noche cae
(¿qué contamos? ¿Vino, sopa o carne?

La noche se esconde de nosotros, ávida de
sus vísceras).

La noche cae
(se divierte un poco con sus caracolas,
con una extraña paloma que ignoramos
de dónde vino y con insectos
que no vagan por las estaciones del libro
que escribe el semen de los animales
y las especies).

La noche cae
(¿trueno o alboroto de los ángeles que vienen en sus caballos?)

La noche cae
(delira y se revuelve en su vaso).

¿Quién me mostrará la estrella?

¿Quién me dará la tinta para escribir mi noche?

Ha escrito el poema:
(¿Cómo convencerlo de que mi futuro es un desierto?)

Ha escrito el poema:
(¿Quién moverá la roca de palabras que pesa
sobre mí?).

Ha escrito el poema:
(No eres de los nuestros si no matas a tu hermano).

Ha escrito el poema:
(¿Cómo comprender este lenguaje cazado
entre la pregunta y la poesía?)

Ha escrito el poema:
(¿Podrá el alba errante abrazar a su sol?)

Ha escrito el poema:
(Entre el rostro del sol y el horizonte hay
un equívoco).

Ha escrito el poema: (Que muera...).

Me fue concedido ser desgarrado,
ser dispersado en un bosque de fuego
para alumbrar el camino.


 Tiéndeme tu mano afectuosa,
devuélveme lo que tus noches le han quitado
a mi sangriento sol.

¡Oh amigo!

¡Oh fatiga!

Después de que el poeta desgarre el traje del tiempo
invitaré al viento y le mostraré el camino
para que sus dedos se tornen agujas
y cosa el espacio con los restos del tiempo.

No mueres porque seas un creador
o porque tengas este cuerpo.
Estás muerto porque eres el rostro eterno.

Sí.

Mis sueños tienen derecho a abandonar mi cuerpo,
y mi cuerpo tiene derecho a traicionar el insomnio que le frecuenta.

Invito al lobo
para que lave el espejo de los corderos:
han olvidado su imagen...

No hemos vuelto a encontrarnos.

No hay entre nosotros más que renuncia y exilio.

Las promesas han muerto, el espacio ha muerto.

Sólo la muerte
es encuentro.

Una flor sedujo al viento
para que trasladara su perfume.

Murió ayer.

Cada vez que anuncio:
Este es mi país que se aproxima
y ofrece sus frutos en una lengua próxima,
otra lengua me exilia
a otro país.

Los árboles se inclinan para despedir
a las flores que se abren, orgullosas,
ponen sus hojas boca abajo para despedir
a los caminos semejantes a zanjas,
entre suspiros y palabras se despiden.

Un cuerpo se viste de arena,
cae en su vagar para decir adiós.

Las páginas de amor de la tinta,
el alfabeto y los poetas dicen adiós,
y el poema dice adiós.

Toda esta certidumbre que he vivido se desvanece.

Todas estas antorchas de mis deseos se desvanecen.

Todo lo que había entre mí y la existencia
luminosa en mi hégira se desvanece.

Ahora comienzo desde el principio...

El asedio de Beirut www.poesiaarabe.com

Traducida del árabe por María Luisa Prieto

Fuente: Cuaderno de Poesía Crítica Nº 87.
Biblioteca OmegaAlfa. www.omegalfa.com