jueves, 23 de junio de 2016

VICENÇ NAVARRO. EL ABANDONO DEL SOCIALISMO POR LA SOCIALDEMOCRACIA ESPAÑOLA


    Cuarenta años de dictadura hicieron mucho daño a España y continúan haciéndolo. Y uno de estos daños es que continúa habiendo hoy en este país una visión de la historia de España y de Europa muy conservadora, que no se corresponde ni con la historia real de España ni con la europea. El hecho de que no haya habido una “desnazificación” de España explica que predomine, a nivel popular, un franquismo sociológico que aparece incluso de vez en cuando en voces que se consideran o autodefinen de izquierdas. En lenguaje común, se continúa hablando en España de franquismo en lugar de fascismo, se confunde estalinismo con comunismo, se desconoce qué es el socialismo y se ignora el protagonismo del Partido Comunista en la lucha contra la dictadura en España. La enorme oposición de las derechas a recuperar la memoria histórica tiene como objetivo precisamente propagar la visión conservadora (reprimiendo la lectura progresista) de lo que ha ocurrido en España y en Europa.

VICENÇ NAVARRO. EL ABANDONO DEL SOCIALISMO POR LA SOCIALDEMOCRACIA ESPAÑOLA


    Cuarenta años de dictadura hicieron mucho daño a España y continúan haciéndolo. Y uno de estos daños es que continúa habiendo hoy en este país una visión de la historia de España y de Europa muy conservadora, que no se corresponde ni con la historia real de España ni con la europea. El hecho de que no haya habido una “desnazificación” de España explica que predomine, a nivel popular, un franquismo sociológico que aparece incluso de vez en cuando en voces que se consideran o autodefinen de izquierdas. En lenguaje común, se continúa hablando en España de franquismo en lugar de fascismo, se confunde estalinismo con comunismo, se desconoce qué es el socialismo y se ignora el protagonismo del Partido Comunista en la lucha contra la dictadura en España. La enorme oposición de las derechas a recuperar la memoria histórica tiene como objetivo precisamente propagar la visión conservadora (reprimiendo la lectura progresista) de lo que ha ocurrido en España y en Europa.

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sábado, 11 de junio de 2016

HACE CIEN AÑOS PANCHO VILLA INVADIÓ ESTADOS UNIDOS




    Llueve hacia arriba. La gallina muerde al zorro y la liebre fusila al cazador. Por primera y única vez en la historia, soldados mexicanos invaden los Estados Unidos. Con la descuajaringada tropa que le queda, quinientos hombres de los muchos miles que tenía, Pancho Villa atraviesa la frontera y gritando ¡Viva México! asalta a balazos la ciudad de Columbus.
Eduardo Galeano


    La venta de la patria es un hecho, y en tales circunstancias decidimos no quemar un cartucho más con los mexicanos nuestros hermanos y prepararnos y organizarnos debidamente para atacar a los americanos en sus propias madrigueras y hacerles saber que México es tierra de libres y tumba de tronos, coronas y traidores.

Francisco Villa.
Carta a Emiliano Zapata

MARÍA ZAMBRANO. LA EXPERIENCIA DE LA HISTORIA (Después de entonces)



   Un entonces al modo de una aurora desvalida alzándose sin pestañear sobre la ne­grura que ya masticaba su presa.

   Pero esta nuestra aurora fue ahogada en sangre, en su propia sangre desti­nada a la vida. Y sepultada más viva todavía, como un germen. Una razón germinativa, germinante en lo escondido de la historia, en su centro vivo. Y mientras tanto, infatigablemente, la muerte funcionaba.

   Únicamente la experiencia histórica puede evitar la persistencia de la decretada ocultación. La experiencia que no desmitifica sino para extraer del mito su sentido. Y mítica es la guerra de España. Uno de los pocos mitos de esta época que no acaba de pasar, que no fluirá hasta que su verdad no se haga visible.


martes, 7 de junio de 2016

Ulrike Meinhof. Un aniversario que nadie quiere recordar (2) JEAN GENET. VIOLENCIA Y BRUTALIDAD




Artículo publicado originalmente en castellano en El País 16/09/1977.

   Violencia y vida son casi sinónimos. El grano de trigo que germina y parte de la tierra helada, el pico del polluelo que rompe la cáscara del huevo, la fecundación de la mujer, el nacimiento de un niño, son actos de violencia. Y nadie acusa al niño, a la mujer, al polluelo, al brote, al grano de trigo. El proceso que se hace contra la Fracción Ejército Rojo, el proceso de su violencia es real pero Alemania Federal, y, con ella, toda Europa y América, quieren engañarse. Más o menos oscuramente, todo el mundo sabe que esas dos palabras, proceso y violencia, ocultan una tercera, la brutalidad. La brutalidad del sistema. Y el proceso hecho a la violencia es la brutalidad misma. Y cuanto más grande sea la brutalidad más infamante será el proceso y más imperiosa y necesaria se hará la violencia. Cuanto más dura sea la brutalidad, tanto más la violencia, que es vida, será exigente hasta el heroismo. He aquí una frase de Andreas Baader: «La violencia es un potencial económico». Cuando se ha definido la violencia, como más arriba, es necesario decir lo que es la brutalidad: el gesto o la gesticulación teatral que pone fin a la libertad y sin otra razón que la voluntad de negar o de interrumpir una realización libre.
   El gesto brutal es el gesto que rompe un acto libre. Al hacer esta distinción entre violencia y brutalidad no se trata de reemplazar una palabra por otra, dejando a la frase su función acusadora con respecto a los hombres que emplean la violencia. Se trata de rectificar un juicio cotidiano y de no permitir a los poderes disponer a su antojo, para su comodidad, del vocabulario como lo han hecho, lo hacen todavía con la palabra brutalidad, que reemplazan aquí, en Francia, por borrón o incidentes del camino...
   Debemos a Andreas Baader, a Ulrike Meinhof, a Holger Meins, a la RAF en general, el habernos hecho comprender, no sólo por palabras, sino por acciones, fuera de las prisiones y en las prisiones, que solamente la violencia puede acabar con la brutalidad de los hombres...
   Cuando denuncian las brutalidades de Estados Unidos y de su agente privilegiado, Alemania Federal, es de esta Alemania sierva de la que ellos se preocupan, pero al mismo tiempo, en el mismo movimiento se preocupan de toda la miseria del mundo. Y cuando escriben sobre ello los miembros de La Fracción Ejército Rojo prueban no sólo la generosidad y la ternura velada de sus sentimientos, expresan todavía una sensibilidad muy delicada hacia los que aquí, en Europa, continuamos llamándonos la escoria. ¿Pero acusar al Gobierno alemán, a la Administración alemana, a la población alemana, qué significa esto? Si Estados Unidos no estuviese físicamente presente en Alemania, si su ambición no hubiese alcanzado esa envergadura, si Europa no le hubiese asegurado a la Alemania Occidental una función policíaca frente al Este, esta espina, que es la Fracción Ejército Rojo, en la carne demasiado grasienta de Alemania sería, tal vez, menos aguda y Alemania, menos inhumana.
   Si se quiere, creo ver aquí un doble error. Alemania busca y en una cierta medida lo consigue, dar una imagen de la Fracción del Ejército Rojo terrorífica, monstruosa. Por otra parte, y por el mismo movimiento, el resto de Europa y de América, al estimular la intransigencia de Alemania en su actividad violenta contra la Fracción Ejército Rojo, buscan y, en una cierta medida, logran dar de la Alemania eterna una imagen terrorífica, monstruosa.


Fuente: diezienmil.blogspot.com.es

jueves, 2 de junio de 2016

ULRIKE MEINHOF. UN ANIVERSARIO QUE NADIE QUIERE RECORDAR

Agradecemos al escritor del blog pasabaporaquiymedije la publicación del artículo que pasamos a reproducir.

Ulrike Meinhof. Periodista. Revolucionaria. Muerta


Pequeña antología de artículos escritos por Ulrike Meinhof, publicada por la
Editorial Anagrama en España en 1976, poco después de su muerte.  La selección  y el prólogo fueron realizados por Manuel Sacristán.






























    Hace cuarenta años Ulrike Marie Meinhof (1934-1976) apareció ahorcada en su celda de la prisión de Stuttgart-Stammheim, Alemania occidental.
   Se encontraba en una prisión de alta seguridad y en régimen de aislamiento desde su detención en 1972 junto al resto de los miembros de la Fracción del Ejército Rojo, llamada por el Estado banda Baader-Meinhof, entre los que se encontraban Holger Meins, Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Jan Carl Raspe e Ingrid Schubert. Ninguno de ellos salió con vida de la cárcel. Todos murieron en sus celdas de aislamiento, “suicidados” por un Gobierno del Partido Socialdemócrata en coalición con el Partido Liberal. A Holger Meins le llegó la hora en noviembre de 1974. La hora llegó para Ulrike Meinhof el 9 de mayo de 1976, hoy se cumplen cuarenta años del suceso. El turno de Baader, Ensslin y Raspe llegaría en septiembre de 1977, y el de Schubert en octubre del mismo año. Los hombres murieron a balazos. Con las mujeres fueron más considerados: las ahorcaron. El exterminio de la Baader-Meinhof hacía honor a una larga tradición alemana. El Estado alemán, a lo largo de su Historia, pudo tolerar a regañadientes la disidencia individual o colectiva encauzada por el compromiso social. La disidencia intransigente, en cambio, al menos a partir de 1919, empezó a pagarse con la vida.
   Meinhof había empezado su carrera como periodista en el cambio de la década de los cincuenta a los sesenta, con la publicación de la revista Konkret. En ella denunciaba las continuas leyes de emergencia de los Gobierno de derecha, de Gran coalición o socialdemócratas que se fueron sucediendo en la República Federal Alemana (RFA) frente a la movilización de los jóvenes estudiantes y, ya a finales de la década de los sesenta, de sectores de obreros al margen de la burocracia sindical. La represión amparada por esas leyes de emergencia se cobraron vidas como la del estudiante Benno Ohnesorg, tiroteado por la Policía en 1967, o la de Rudi Dutschke, dirigente de la Liga de Estudiantes Socialistas, al que un ciudadano de orden disparó en la cabeza en 1968 tras una campaña rabiosa del reaccionario grupo mediático Bild. Cientos de detenciones. Tortura, cárcel contra los que salían a la calle. Este clima llevó a la radicalización extrema de un grupo de jóvenes a los que se unió Meinhof en 1970, que llevaron a cabo atentados y acciones de sabotaje sobre todo contra las bases norteamericanas en la RFA. La guerra de Vietnam se encontraba entonces en su triste apogeo; Alemania occidental colaboraba en el martirio de la población vietnamita, y para el grupo Baader-Meinhof se convirtió en algo prioritario el objetivo de sabotear y denunciar ese genocidio.
   El Estado alemán occidental estaba infestado de antiguos dirigentes del Partido Nazi. No sólo los magnates como Thyssen, Krupp o Flick, que habían sostenido las finanzas de Hitler, seguían —y siguen— controlando la industria alemana, sino que los ministerios, las magistraturas, la Policía y los puestos de la Administración fueron ocupados por antiguos nazis: secretarios de Estado como Globke, ministros como Oberlaender, cancilleres como Kiesinger o presidentes de la República como Luebke habían sido dirigentes nazis. Como lo había sido Hans Martin Schleyer, presidente de la patronal alemana, que bajo el Tercer Reich había sido miembro de las SS, líder de la Liga Antisemita y saqueador de la economía de la Checoslovaquia ocupada. El asesinato de este gran patrón, Schleyer, por la Fracción del Ejército Rojo —que trató de canjearlo sin éxito en 1977 a cambio de la libertad para los presos supervivientes de Stuttgart-Stammheim— le costó la vida en su celda de aislamiento a Ingrid Schubert en octubre de ese año.
    Ulrike Meinhof es un ejemplo de ese tipo de personas que ponen su cabeza como aval de sus ideas. Contribuyó a contestar a la fuerza con la fuerza. Una fuerza muy leve la suya, sin embargo, frente a la monstruosa maquinaria implacable, metálica e inmisericorde del Estado alemán, al que las acciones de la Baader-Meinhof no le hicieron ni cosquillas. Pero había que dar un escarmiento ejemplar y se dio. Ninguno de los detenidos en 1972 llegarían a escuchar el veredicto del tribunal. Todos fueron ilegalmente ejecutados sin sentencia. Se les había acusado de crímenes al azar. Según el anuario Revista de Zurich de 1977, «la Justicia no posee ninguna prueba formal de la culpabilidad de los detenidos». Pero la Justicia alemana llevó las togas al tinte los días de sus asesinatos y se inhibió en favor de los carceleros, de sus cuerdas y de sus pistolas. El tiempo de las formalidades, al menos en Alemania, hacía décadas que había pasado.
   El exterminio carcelario fue una advertencia. La sociedad alemana se replegó. Sin duda, las acciones de la Baader-Meinhof estaban aisladas, y sin duda también, se cargó en su cuenta cualquier atentado, asalto o atraco producido en Alemania occidental entre 1970 y 1972 para aumentar el clima de histeria contra ellos, los “radicales”. Involuntariamente se convirtieron en espantajos para la mayoría y en mártires para sí mismos.
   Qué más da. Hicieron lo que creían que había que hacer, no lo que se esperaba de ellos, y aceptaron las consecuencias. Unas consecuencias terribles. El cerebro de Ulrike Meinhof fue extirpado de su cráneo en la sala de autopsias sin autorización familiar alguna y encerrado en un frasco de formol —de alta seguridad sin duda, en régimen de aislamiento una vez más— para tratar de descubrir entre sus pliegues la raíz del mal. Un típico experimento nazi arropado por un canciller socialdemócrata, Helmut Schmidt, recientemente difunto en su decrépita vejez. Si lo que buscaban los verdugos era la raíz del mal, les habría bastado con mirarse al espejo.
  En 1962, Meinhof había escrito en la revista Konkret diatribas «contra la ideología de la “colaboración social en la empresa”, contra la de la “comunidad nacional” y contra la del “mismo barco” en el que parece que todos navegaríamos». Catorce años después, tras muchos artículos, muchas apariciones públicas, muchas protestas y apenas si algún acto de sabotaje, los dignos herederos del Tercer Reich —que habían ofrecido una recompensa de diez mil marcos por su captura— le dieron un escarmiento definitivo por haber escrito palabras como ésas. Primero tortura. Luego muerte. Eficacia prusiana: a una cosa le sigue la otra. Ulrike Meinhof: Periodista, revolucionaria, muerta. Cometió el crimen de ser consecuente. El Estado alemán, su verdugo, cometió exactamente el mismo crimen.




domingo, 27 de marzo de 2016

WALTER BENJAMIN. TESIS SOBRE LA HISTORIA



TESIS SOBRE LA HISTORIA

Walter Benjamin. 1940


I

   Según se cuenta, hubo un autómata construido de manera tal, que, a cada movimiento de un jugador de ajedrez, respondía con otro, que le aseguraba el triunfo en la partida. Un muñeco vestido de turco, con la boquilla del narguile en la boca, estaba sentado ante el tablero que descansaba sobre una amplia mesa. Un sistema de espejos producía la ilusión de que todos los lados de la mesa eran transparentes. En realidad, dentro de ella había un enano jorobado que era un maestro en ajedrez y que movía la mano del muñeco mediante cordeles. En la filosofía, uno puede imaginar un equivalente de ese mecanismo; está hecho para que venza siempre el muñeco que conocemos como “materialismo histórico”. Puede competir sin más con cualquiera, siempre que ponga a su servicio a la teología, la misma que hoy, como se sabe, además de ser pequeña y fea, no debe dejarse ver por nadie.


                                               II

   “A las peculiaridades más notorias del espíritu humano, dice Lotze, pertenece... junto a tanto egoísmo en lo particular, una falta de envidia general de todo presente respecto de su futuro.” Esta reflexión apunta hacia el hecho de que la imagen de felicidad que cultivamos se encuentra teñida por completo por el tiempo al que el curso de nuestra propia existencia nos ha confinado. Una felicidad capaz de despertar envidia en nosotros sólo la hay en el aire que hemos respirado junto con otros humanos, a los que hubiéramos podido dirigirnos; junto con las mujeres que se nos hubiesen podido entregar. Con otras palabras, en la idea que nos hacemos de la felicidad late inseparablemente la de la redención. Lo mismo sucede con la idea del pasado, de la que la historia hace asunto suyo. El pasado lleva un índice oculto que no deja de remitirlo a la redención. ¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes? ¿Acaso en las voces a las que prestamos oído no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar? Acaso las mujeres a las que hoy cortejamos no tienen hermanas que ellas ya no llegaron a conocer? Si es así, un secreto compromiso de encuentro está entonces vigente entre las generaciones del pasado y la nuestra. Es decir: éramos esperados sobre la tierra. También a nosotros, entonces, como a toda otra generación, nos ha sido conferida una débil fuerza mesiánica, a la cual el pasado tiene derecho de dirigir sus reclamos. Reclamos que no se satisfacen fácilmente, como bien lo sabe el materialista histórico.


III

   El cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia. Aunque, por supuesto, sólo a la humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Lo que quiere decir: sólo a la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos. Cada uno de sus instantes vividos se convierte en un punto en el orden del día, día éste que es precisamente el día del Juicio Final.


IV

Procuraos primero alimento y vestido, que así
el Reino de Dios os llegará por sí mismo.
Hegel, 1807

   La lucha de clases que tiene siempre ante los ojos el materialista histórico educado en Marx es la lucha por las cosas toscas y materiales, sin las cuales no hay cosas finas y espirituales. Estas últimas, sin embargo, están presentes en la lucha de clases de una manera diferente de la que tienen en la representación que hay de ellas como un botín que cae en manos del vencedor. Están vivas en esta lucha en forma de confianza en sí mismo, de valentía, de humor, de astucia, de incondicionalidad, y su eficacia se remonta en la lejanía del tiempo. Van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que alguna vez favorecieron a los dominadores. Como las flores vuelve su corola hacia el sol, así también todo lo que ha sido, en virtud de un heliotropismo de estirpe secreta, tiende a dirigirse hacia ese sol que está por salir en el cielo de la historia. Con ésta, la más inaparente de todas las transformaciones, debe saber entenderse el materialista histórico.


V

   La imagen verdadera del pasado pasa de largo velozmente. El pasado sólo es atrapable como la imagen que refulge, para nunca más volver, en el instante en que se vuelve reconocible. “La verdad no se nos escapará”: esta frase que proviene de Gottfried Keller indica el punto exacto, dentro de la imagen de la historia del historicismo, donde le atina el golpe del materialismo histórico. Porque la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella. La buena nueva que el historiador del pasado trae, con pulso acelerado, sale de una boca que tal vez ya en el instante en que se abre, habla al vacío.


VI

   Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. E1 peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante. En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla. Pues el Mesías no sólo viene como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo. Encender en el pasado la chispa de la esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer.


VII

Considerad lo oscuro y el gran frío
De este valle que resuena de lamentos.
Brecht. La ópera de tres centavos

   Fustel de Coulanges le recomienda al historiador que quiera revivir una época que se quite de la cabeza todo lo que sabe del curso ulterior de la historia. Mejor no se podría identificar al procedimiento con el que ha roto el materialismo histórico. Es un procedimiento de empatía. Su origen está en la apatía del corazón, la acedia, que no se atreve a adueñarse de la imagen histórica auténtica, que relumbra fugazmente. Los teólogos medievales vieron en ella el origen profundo de la tristeza. Flaubert, que algo sabía de ella, escribió: “Pocos adivinarán cuán triste se ha necesitado ser para resucitar a Cartago“. La naturaleza de esta tristeza se esclarece cuando se pregunta con quién empatiza el historiador historicista. La respuesta resulta inevitable: con el vencedor. Y quienes dominan en cada caso son los herederos de todos aquellos que vencieron alguna vez. Por consiguiente, la empatía con el vencedor resulta en cada caso favorable para el dominador del momento. El materialista histórico tiene suficiente con esto. Todos aquellos que se hicieron con la victoria hasta nuestros días marchan en el cortejo triunfal de los dominadores de hoy, que avanza por encima de aquellos que hoy yacen en el suelo. Y como ha sido siempre la costumbre, el botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal. El nombre que recibe habla de bienes culturales, los mismos que van a encontrar en el materialista histórico un observador que toma distancia. Porque todos los bienes culturales que abarca su mirada, sin excepción, tienen para él una procedencia en la cual no puede pensar sin horror. Todos deben su existencia no sólo a la fatiga de los grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan de los otros. Por eso el materialista histórico se aparta de ella en la medida de lo posible. Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo.


VIII

   La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia al que lleguemos debe resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado de excepción se nos presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en parte no insignificante, en que sus adversarios lo enfrentan en nombre del progreso como norma histórica. El asombro ante el hecho de que las cosas que vivimos sean “aún” posibles en el siglo veinte no tiene nada de filosófico. No está al comienzo de ningún conocimiento, a no ser el de que la idea de la historia de la cual proviene ya no puede sostenerse.





IX

Mi ala está pronta al vuelo.
Retornar, lo haría con gusto,
pues, aunque fuera yo tiempo vivo,
mi suerte sería escasa.
Gerhard Scholem, Saludo del Angelus

   Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso.


X

   Los temas de meditación que la regla conventual proponía a los hermanos novicios tenían la tarea de alejarlos del mundo y sus afanes. La reflexión que desarrollamos aquí procede de una determinación parecida. En un momento en que los políticos, en quienes los adversarios del fascismo habían puesto su esperanza, yacen por tierra y refuerzan su derrota con la traición a su propia causa, esta reflexión se propone desatar al que vive en el mundo de la política de las redes en que ellos lo han envuelto. Ella parte de la consideración de que la fe ciega de esos políticos en el progreso, la confianza en su “base de masas” y, por último, su servil inserción en un aparato incontrolable no han sido más que tres aspectos de la misma cosa. Es una reflexión que procura dar una idea respecto de lo caro que le cuesta a nuestro pensamiento habitual una representación de la historia que evite toda complicidad con aquella a la que esos políticos siguen aferrados.


XI

   E1 conformismo, que desde el principio se encontró a gusto en la socialdemocracia, no afecta sólo a sus tácticas políticas, sino también a sus ideas económicas. Esta es una de las razones de su colapso ulterior. No hay otra cosa que haya corrompido más a la clase trabajadora alemana que la idea de que ella nada con la corriente. E1 desarrollo técnico era para ella el devenir de la corriente con la que creía estar nadando. De allí no había más que un paso a la ilusión de que el trabajo en las fábricas, que sería propio de la marcha del progreso técnico, constituye de por sí una acción política. Bajo una figura secularizada, la antigua moral protestante del trabajo celebraba su resurrección entre los obreros alemanes. El Programa de Gotha muestra ya señales de esta confusión. Define al trabajo como “la fuente de toda riqueza y de toda cultura”. Presintiendo algo malo, Marx respondió que el hombre que no posee otra propiedad aparte de su fuerza de trabajo “está forzado a ser esclavo de otros hombres, de aquellos que se han convertido... en propietarios”. A pesar de ello, la confusión continúa difundiéndose y poco después Josef Dietzgen proclama: “Trabajo es el nombre del mesías del tiempo nuevo. En el... mejoramiento... del trabajo... estriba la riqueza, que podrá hacer ahora lo que ningún redentor pudo lograr.” Esta concepción del marxismo vulgar sobre lo que es el trabajo no se detiene demasiado en la cuestión acerca del efecto que el producto del trabajo ejerce sobre los trabajadores cuando éstos no pueden disponer de él. Sólo está dispuesta a percibir los progresos del dominio sobre la naturaleza, no los retrocesos de la sociedad. Muestra ya los rasgos tecnocráticos con los que nos toparemos más tarde en el fascismo. Entre ellos se encuentra un concepto de naturaleza que se aleja con aciagos presagios del que tenían las utopías socialistas anteriores a la revolución de 1848. E1 trabajo, tal como se lo entiende de ahí en adelante, se resuelve en la explotación de la naturaleza, explotación a la que se le contrapone con ingenua satisfacción la explotación del proletariado. Comparados con esta concepción positivista, los fantaseos que tanto material han dado para escarnecer a un Fourier revelan un sentido sorprendentemente sano. Para Fourier, el trabajo social bien ordenado debería tener como consecuencia que cuatro lunas iluminen la noche terrestre, que el hielo se retire de los polos, que el agua del mar no sea más salada y que los animales feroces se pongan al servicio de los hombres. Todo esto habla de un trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, es capaz de ayudarle a parir las creaciones que dormitan como posibles en su seno. Al concepto corrupto de trabajo le corresponde como complemento esa naturaleza que, según la expresión de Dietzgen, “está gratis ahí”.


XII

Necesitamos de la historia, pero de otra
manera de como la necesita el ocioso exquisito
en los jardines del saber.
Nietzsche, Beneficios y perjuicios de la
historia para la vida.

   E1 sujeto del conocimiento histórico es la clase oprimida misma, cuando combate. En Marx aparece como la última clase esclavizada, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de la liberación en nombre de tantas generaciones de vencidos. Esta conciencia, que por corto tiempo volvió a tener vigencia con el movimiento «Spartacus», ha sido siempre desagradable para la socialdemocracia. En el curso de treinta años ha 1ogrado borrar casi por completo el nombre de un Blanqui, cuyo timbre metálico hizo temblar al siglo pasado. Se ha contentado con asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras, cortando así el nervio de su mejor fuerza. En esta escuela, la clase se desaprendió lo mismo del odio que de la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados esclavizados, y no del ideal de los descendientes liberados. Si hay una generación que debe saberlo, esa es la nuestra: lo que podemos esperar de los que vendrán no es que nos agradezcan por nuestras grandes acciones, sino que se acuerden de nosotros, que fuimos abatidos. La revolución rusa sabía de esto. La consigna “¡Sin gloria para el vencedor, sin compasión con el vencido!” es radical porque expresa una solidaridad que es mayor con los hermanos muertos que con los herederos.


XIII

Puesto que nuestra causa se vuelve más clara
cada día y el pueblo cada día más sabio.
Wilhelm Dietzgen, La filosofía socialdemócrata

   La teoría socialdemócrata, y aún más su práctica, estuvo determinada por un concepto de progreso que no se atenía a la realidad, sino que poseía una pretensión dogmática. Tal como se pintaba en las cabezas de los socialdemócratas, el progreso era, primero, un progreso de la humanidad misma (y no sólo de sus destrezas y conocimientos). Segundo, era un progreso sin término (en correspondencia con una perfectibilidad infinita de la humanidad). Tercero, pasaba por esencialmente indetenible (recorriendo automáticamente un curso sea recto o en espiral). Cada uno de estos predicados es controvertible y en cada uno ellos la crítica podría iniciar su trabajo. Pero la crítica —si ha de ser inclemente— debe ir más allá de estos predicados y dirigirse a algo que les sea común a todos ellos. La idea de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la representación de su movimiento como un avanzar por un tiempo homogéneo y vacío. La crítica de esta representación del movimiento histórico debe constituir el fundamento de la crítica de la idea de progreso en general.


XIV

E1 origen es la meta.
Karl Kraus, Palabras en versos I

   La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el que está lleno de “tiempo del ahora”. Así, para Robespierre, la antigua Roma era un pasado cargado de “tiempo del ahora”, que él hacía saltar del continuum de la historia. La Revolución Francesa se entendía a sí misma como un retorno de Roma. Citaba a la antigua Roma tal como la moda a veces cita a un atuendo de otros tiempos. La moda tiene un olfato para lo actual, donde quiera que lo actual de señas de estar en la espesura de lo de antaño. La moda es un salto de tigre al pasado. Sólo que tiene lugar en una arena en donde manda la clase dominante. E1 mismo salto, bajo el cielo libre de la historia, es ese salto dialéctico que es la revolución, como la comprendía Marx.


XV

   La conciencia de hacer saltar el continuum de la historia es propia de las clases revolucionarias en el instante de su acción. La Gran Revolución introdujo un nuevo calendario. E1 día con el que comienza un calendario actúa como un acelerador histórico. Y es en el fondo el mismo día que vuelve siempre en la figura de los días festivos, que son días de rememoración. Los calendarios miden el tiempo, pero no como relojes. Son monumentos de una conciencia histórica, de la cual en Europa, desde hace cien años, parece haberse perdido todo rastro. Todavía durante la Revolución de Julio se registró un episodio que mostraba a esa conciencia saliendo por sus fueros. Cuando cayó la noche del primer día de combate ocurrió que en muchos lugares de París, independientemente y al mismo tiempo, hubo disparos contra los relojes de las torres. Un testigo ocular, cuyo acierto resultó tal vez de la rima, escribió entonces:

Qui le croirait! On dit qu’irrités contre l'heure
De nouveaux Josués, au pied de chaque tour,
Tiraient sur les cadrans pour arrêter le jour.

¡Quién lo creería! Se dice que, irritados contra la hora
Nuevos Josués, al pie de cada torre,
Disparaban sobre los cuadrantes, para detener el tiempo.


XVI

   El materialista histórico no puede renunciar al concepto de un presente que no es tránsito, en el cual el tiempo se equilibra y entra en un estado de detención. Pues este concepto define justo ese presente en el cual él escribe historia por cuenta propia. El historicismo levanta la imagen “eterna” del pasado, el materialista histórico, una experiencia única del mismo, que se mantiene en su singularidad. Deja que los otros se agoten con la puta del “hubo una vez”, en el burdel del historicismo. El permanece dueño de sus fuerzas: lo suficientemente hombre como para hacer saltar el continuum de la historia.


XVII

   El historicismo culmina con todo derecho en la hıstoria universal. Es de ella tal vez de la que la historiografía materialista se diferencia más netamente que de ninguna otra en cuestiones de método. La historia universal carece de una armazón teórica. Su procedimiento es aditivo: suministra la masa de hechos que se necesita para llenar el tiempo homogéneo y vacío. En el fundamento de la historiografía materialista hay en cambio un principio constructivo. Propio del pensar no es sólo el movimiento de las ideas, sino igualmente su detención. Cuando el pensar se para de golpe en medio de una constelación saturada de tensiones, provoca en ella un chock que la hace cristalizar como mónada. El materialista histórico aborda un objeto histórico única y solamente allí donde éste se le presenta como mónada. En esta estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer o, dicho de otra manera, de una oportunidad revolucionaria en la lucha por el pasado oprimido. Y la aprovecha para hacer saltar a una determinada época del curso homogéneo de la historia, de igual modo que hacer saltar de su época a una determinada vida o del conjunto de una obra a una obra determinada. El beneficio de este procedimiento reside en que en la obra se halla conservado y superado el conjunto de la obra, en ésta toda la época y en la época el curso entero de la historia. El fruto substancioso de lo comprendido históricamente tiene en su interior al tiempo, como semilla preciosa pero insípida.

XVIII

   En la idea de la sociedad sin clases, Marx secularizó la idea del tiempo mesiánico. Y es bueno que haya sido así. La desgracia empieza cuando la socialdemocracia eleva esta idea a "ideal". E1 ideal fue definido en la doctrina neokantiana como una "tarea infinita". Y esta doctrina fue la filosofía escolar del partido socialdemócrata —de Schmidt y Stadler a Natorp y Vorländer. Una vez definida la sociedad sin clases como tarea infinita, el tiempo vacío y homogéneo, se transformó, por decirlo así, en una antesala, en la cual se podía esperar con más o menos serenidad el advenimiento de la situación revolucionaria. En realidad, no hay un instante que no traiga consigo su oportunidad revolucionaria —sólo que ésta tiene que ser definida en su singularidad específica, esto es, como la oportunidad de una solución completamente nueva ante una tarea completamente nueva. Al pensador revolucionario, la oportunidad revolucionaria peculiar de cada instante histórico se le confirma a partir de una situación política dada. Pero se le confirma también, y no en menor medida, por la clave que dota a ese instante del poder para abrir un determinado recinto del pasado, completamente clausurado hasta entonces. E1 ingreso en este recinto coincide estrictamente con la acción política; y es a través de él que ésta, por aniquiladora que sea, se da a conocer como mesiánica.  La sociedad sin clases no es la meta final del progreso en la historia, sino su interrupción, tantas veces fallida y por fin llevada a efecto.


XIX

   “Los escasos cinco milenios del homo sapiens —dice uno de los biólogos más recientes— representan, en relación con la historia de la vida orgánica sobre la tierra, unos dos segundos al final de una jornada de veinticuatro horas. Llevada a esta escala, la historia de la humanidad civilizada ocuparía la quinta parte del último segundo de la última hora.” El “tiempo del ahora”, que como modelo del tiempo mesiánico resume en una prodigiosa abreviatura la historia entera de la humanidad, coincide exactamente con esa figura que representa la historia de la humanidad dentro del universo.



Apéndice


A

   El historicismo se contenta con establecer un nexo causal entre distintos momentos de la historia. Pero ningún hecho es ya un hecho histórico solamente por ser una causa. Habrá de serlo, póstumamente, en virtud de acontecimientos que pueden estar separados de él por milenios. El historiador que parte de esta comprobación no permite ya que la sucesión de acontecimientos le corra entre los dedos como un rosario. Aprehende la constelación en la que ha entrado su propia época con una muy determinada época anterior. Funda de esta manera un concepto del presente como ese “tiempo de ahora” en el que están incrustadas astillas del tiempo mesiánico.


B

   Es seguro que los adivinos que inquirían al tiempo por los secretos que él guarda dentro de sí no lo experimentaban como homogéneo ni como vacío. Quien tiene esto a la vista puede llegar tal vez a hacerse una idea de la forma en que el pasado era aprehendido en la rememoración, es decir, precisamente como tal. Se sabe que a los judíos les estaba prohibido investigar el futuro. La Thorá y la plegaria los instruyen, en cambio, en la rememoración. Esto los liberaba del encantamiento del futuro, al que sucumben aquellos que buscan información en los adivinos. A pesar de esto, el futuro no se convirtió para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Porque en él cada segundo era la pequeña puerta por la que podía pasar el Mesías.


Traducción: Bolívar Echeverría
Fuente: Archivo Chile.2008


domingo, 17 de enero de 2016

JULIO ANGUITA. SON LOS NUESTROS


Texto publicado el 19 de mayo del 2011 en http://socialismo21.net

Lúcidamente rebeldes ante una pasividad generalizada y además cultivada por la cultura oficial instalada en medios de comunicación, el adocenado lenguaje político al uso y los penosos discursos de tantos tenores huecos.  
Se han lanzado a la calle y la siguen llenado sin complejos, poniendo en evidencia a quienes debían y debíamos haberlas llenado antes. Creo que todavía no son plenamente conscientes del valor y del ejemplo de su acción; no sé si han caído en la cuenta de lo que apuntan, de lo que han empezado a entreabrir y orear. Tienen la ingenuidad y la imprudencia de todos aquellos que se han atrevido a decir que el rey está desnudo y que la farsa es eso, una farsa. 
Y lo hacen- a tenor de las declaraciones de sus portavoces- con una finísima mezcla de sentido común, valentía moral y madurez ciudadana que los hace casi únicos en este páramo berroqueño en el que la Ética y los valores ni cotizan en bolsa ni tampoco en las urnas. España siempre se parece a sí misma.

Por las trazas se deduce que ellos se suman con fuerza joven a una minoría que siempre ha intentado acabar con esa miseria de nuestra historia. Tienen vocación de mayoría cívica capaz de desalojar de su aconchado caparazón a esa otra mayoría que traga connivente y cómplice.

Los he acompañado por la calles de Córdoba el día 15 y me he sentido de ellos. A mis años y con la hoja de servicios amarilla de tiempo he sentido el impulso de intensificar ante mí y ante los míos, mi nunca abandonada lucha.

Son los nuestros; y esta expresión quiere poner especial énfasis en la acepción de pertenencia que el posesivo conlleva; son los nuestros porque les pertenecemos. Son los nuestros porque rezuman aquella voluntad de cambio que otrora dio sentido a nuestra apuesta política.

Lo han dejado claro, son apartidistas pero no apolíticos. Gracias compañeros y compañeras por esa decencia y sabiduría que por desgracia sólo están al alcance de vosotros y unos pocos más.

Creo, como comunista organizado, que nuestra militancia comunista exige de nosotros y a título personal, enrolarnos, comprometernos y engrosar sus filas sin más soldada ni recompensa que la gratificante sensación de que volvemos de nuevo a galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la honestidad, la justicia, la igualdad y el lenguaje limpio y veraz al servicio de la comunicación de ideas.

Cuando acabe el coro de grillos en el que el bipartidismo y adheridos han transformado la campaña electoral y asistamos al rigodón de pactos, repactos y contrapactos, no olvidemos que ya hay quien nos mira limpia y organizadamente; ya hay quien nos va a demandar algo más que lo políticamente correcto para hoy y hambre para mañana.

Los mejores editoriales, las más incisivas crónicas, los más claros análisis y los juicios más justos no se hacen ahora en los medios (casi siempre mediatizados) sino en las calles y plazas de España. Demostremos que Democracia es mucho más que el rito cuatrienalmente repetido.