Un entonces al modo de una aurora desvalida alzándose sin pestañear
sobre la negrura que ya masticaba su presa.
Pero esta nuestra aurora fue ahogada en sangre, en su propia sangre
destinada a la vida. Y sepultada más viva todavía, como un germen. Una razón
germinativa, germinante en lo escondido de la historia, en su centro vivo. Y
mientras tanto, infatigablemente, la muerte funcionaba.
Únicamente la experiencia histórica puede evitar la persistencia de la
decretada ocultación. La experiencia que no desmitifica sino para extraer del
mito su sentido. Y mítica es la guerra de España. Uno de los pocos mitos de
esta época que no acaba de pasar, que no fluirá hasta que su verdad no se haga
visible.
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