Ningún sistema injusto funciona, ningún infierno se mantiene en pie, ningún
campo de concentración enciende sus hornos, ningún Parque Temático
global puede seguir haciendo girar sus atracciones sin la corrupción estética
de una buena parte de los condenados. Añado, para evitar cualquier
equívoco, que el modelo swedemborgiano identifica "libertad" y "condena" y
que, por lo tanto, allí donde no hay libertad no hay condenados sino
"víctimas"; y añado también que la mayor parte de los condenados están
hoy en las llamadas sociedades "libres" capitalistas mientras que la mayor
parte de las víctimas lo están en el resto del mundo; y añado además que
la mayor parte de las víctimas lo son, en realidad, no de las bombas o de
los ejércitos imperialistas (que también), sino de la corrupción estética de
los condenados libres. Es decir, nos guste o no, de nuestra corrupción
estética.
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